Chema Madoz lleva más de treinta años dedicándose a la fotografía y, por sus palabras, podría pensarse que entró en este mundo por casualidad. En una entrevista a PhotoEspaña declaró que había estado ahorrando para comprarse un equipo de música pero, como le habían subido el precio y no le llegaba, decidió adquirir una Olympus de 35 mm en su lugar. Su espacio de trabajo, más que un estudio de fotografía, parece el taller de un artesano. Libros con mirillas, cucharas, platos… Chema Madoz reutiliza objetos cotidianos y los sitúa en contextos completamente ajenos a ellos, sin embargo, no parecen estar fuera de lugar. En sus fotografías las cerillas son termómetros, los dedales, macetas; unos pantalones elegantes pueden lucir igual que la esquina de una fachada y, de pronto, una copa de vino se convierte en una metáfora tremendamente sensual y sugerente.